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Propiedad

Una de las falacias más comunes es la de que tenemos, que poseemos cosas.

Me asaltó este pensamiento cuando me hallaba junto a unas rocas en lo que (todavía) llamo mi jardín. Al sentir su potente y eterna existencia, su solidez y presencia telúricas, su edad, medible quizá en milenios, me sentí ridículo, con mis pretensiones de poseer, durante veinte o treinta años, un ente milenario. Comprendí que meramente me hallaba cerca de ella, la roca. Que únicamente tenía, por breve tiempo, la posibilidad de subirme a ella algunos ratos. Que podía incluso volarla con dinamita.

¿Pero poseerla?.

Eso no.

De aquí pasé, es tan fácil, a cosas más perecederas, como los árboles del jardín, las plantas, la casa. Y de ahí a los muebles, los objetos, coches, libros. Incluso camisas, pañuelos, palillos de dientes. Tampoco poseía nada de eso. Sólo lo usaba, se me permitía estar cerca de ello e influir en su devenir. Incluso mi cuerpo, mis uñas, mi pensamiento son sólo cosas de las que dispongo. Y sólo en parte, porque mantienen su propia trayectoria.

¿Pero poseer?.

Eso no.

Es que lo que soy es un guardián: un guardés. Se me ha encargado cuidar de todo esto y así lo haré, con gusto; a mi manera, mejor o peor; me compete conservarlo en buen estado para pasárselo al siguiente guardés. Nada más, y no está nada mal.

¿Pero poseer?

Eso no.

Lo contaba en Propiedad II

 


Vuelta al Principio     Última actualización :  Saturday, 15 de March de 2014      Visitantes: contador de visitas