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     Verso en acción, por fin (incluido en Grupo Fundacional de Verso )

Las pausas han de justificarse: ¡qué es eso?. Que tienen que ser verosímiles en la acción. El personaje sufre una impresión, una duda, un cambio de impulso: y ello le ocasiona una vacilación, que resulta entonces perfectamente lógica y natural.

Si analizamos desde este punto de vista las estrofas, veremos cómo siempre hay un cambio de los citados, que originan así la pausa estrófica, que la justifican.

Una vez establecido lo anterior como norma, toda la métrica aparece entonces como una gran partitura de la acción.

Esto es fundamental.

No se trata de que el personaje espere un tiempo prescrito por la  métrica para seguir hablando (esto lo hace el actor, gestor omnipresentes de sus recursos). Ni se trata pues de esperar una pausa porque hace bonito (que lo hace) sino porque en el montaje de la obra hay un impulso nuevo que origina esa pausa. Si al encontrar cambio de estrofa nos sentimos tentados a continuar sin pausa , habría que sospechar que no hemos sabido ver el impulso subyacente,

El autor, sabio dramaturgo y maestro de actores (Lope, Calderón, Tirso) guía al director y actor con mano sabia. Deja una partitura que aclara la acción continuamente mediante los cambios de estrofa. Corresponde al director y actor leer e interpretar esa partitura: partitura de música y ritmo, sí, pero también, simultáneamente, en partitura dramática, activa.

Con frecuencia un cambio de estrofa va acompañado de un cambio sintáctico marcado por la puntuación, con puntos, comas y otros signos. es claro que el cambio sintáctico coincide con el rítmico. Pero en ocasiones la estrofa encabalga: es signo de transición en la acción (duda, énfasís, suceso) que hay que decodificar, leer y aplicar.

Ya no será pues el verso una dificultad añadida, un incordio que hay que solventar para llegar a lo que importa, como una pariente pobre que heredamos y a la que hay que alimentar y atender. No, es una fuente de detalles para la acción, un guión muy preciso, mucho más que la prosa, tan abierta, tan sin guías. Insistimos: no un adorno que se lleva si el viaje es apacible, pero se arroja si las andanzas son más procelosas.

El papel del director  o del asesor de verso consistirá ahora entonces en tomar la acción preparada mediante las técnicas al uso y tras oír y ver un fragmento en acción o preacción, pero siempre cerca de las condicionas finales de la escena (recordemos el toreo de salón donde todo es posible y fácil, y el otro, en la arena, donde todo tiene su riesgo y su precio). Tras oír y ver la acción, decíamos, hay que llevar esa acción hacia el ritmo, acortando o alargando pausas y tempi para que se conformen al ritmo versal adoptado. Y hay que justificar esas pausas, y hasta su duración, en la acción.

Más aún, si se ha preparado la acción de acuerdo con la métrica, el desajuste será menor. Pero siempre va a causar la acción un sacudimiento, una perturbación a la métrica. Siempre habrá un compromiso entre métrica y acción, pero eso es el teatro, un compromiso entre mil requerimientos. De el equilibrio y adecuado balance entre todos ellas depende el alcanzar la harmonía y por tanto. ++++++++++++++++++++++++++++

Realizadas las primeras pruebas en el Laboratorio en el Teatro Clásico, ha habido un consenso en que este trabajo es posible y adecuado. Sin embargo, encuentra dificultades, porque resulta nuevo confiar en la métrica como fuente de acción dramática (de hecho, no como premisa general).

También dificulta la tarea la actitud personal de director y actores: no se trata ya de corregir una elocución en base a unos criterios rítmicos, labor aceptada bastante bien por parte de los corregidos. No, ahora se trata de retocar un producto acabado o casi acabado, donde aquellos han puesto todo su interés, emoción y dedicación; donde se han implicado personalmente en mayor grado: paralelamente la respuesta a la crítica es menos cooperadora. Exige pues una gran tacto para ser aplicada. Y especialmente debe evitar intentar influir en el desarrollo dramático y la actuación, aunque se sienta tentado a ello (estas líneas se escriben con sangre, no con tinta o bits), ya que pertenecer al tándem director-actor. Solo, repetimos, cuadrar rítmicamente versos y estrofas ajustando las duraciones de las pausas.

Y por otra parte, tienen aquellos sus razones, sobre todo el director: el ritmo con ser importantísimo, es un componente más del espectáculo final, y debe ser integrado con el resto de los elementos del lenguaje teatral.

Por lo tanto: trabajo en equipo, coordinados por un director o directora sensibles al verso.

Aplicadas que fueron estas precauciones y cuidados, el resultado fue excelente (matizamos esta impresión más abajo): los actores declararon no sentirse constreñidos en absoluto por el verso. El verso en acción es posible, se entiende, verso con ritmo en la acción.

Incluso hemos aplicado el método de manera casi virtual: tomando un parlamento de calidad dramática en verso recitado con cierta libertad, hemos llevado ese parlamento a un ritmo más estricto digitalmente, es decir, ajustando las pausas a lo prescrito por la métrica, y el resultado ha conservado la intensidad dramática y además ganado en belleza, en opinión de gente experta.

 No obstante los parámetros de calidad son muchos y sigue planteado el gran problema, cuya solución nadie, estamos seguros, posee:

¿Cómo decir el verso clásico dramático español en dos mil cinco?

Seguimos, intrépidamente, buscando y matizando,

Veamos ahora un ejemplo de pausas reveladoras de la acción tomado del Cuerdo Loco de Lope, quintillas. Acto I.

Justificando las pausas  estróficas, y algunas versales, de la manera indicada, o de otra cualquiera, las estrofas se encadenan fluidamente, expresivamente, con estructura plausible. Recordamos que la pausa la recomendamos siempre, siempre que hay puntuación sintáctica; pero también siempre a secas, porque algo ocurre entre estrofas que permite justificar esas pausas.

¿La duración? poca para estrofas cortas, mayor para las más largas. ¿Se puede precisar más?. Así urgidos nos declaramos:

Pausa mínima de una sílaba entre redondillas, quintillas y tercetos. De dos para décimas. Variable para pausas opcionales en romances y silvas.

Pese al interés de lo anterior, subsiste un problema relacionado con el momento de aplicación de esta vuelta al cuidado en el verso: el que  hace sufrir la acción, la verosimilitud, con lo se juzga entonces perniciosa esa vuelta. Nuestra opinión es que la actuación  debe estar ya consolidada para evitar esa pérdida.

Resumimos pues nuestra experiencia, algo azarosa por su novedad, en una conclusión provisional:

1. Hay que montar el verso con las estrofas imbricadas en la acción: de otra manera se desvanecen ellas y el verso  al montarlas.

2. Tanto si se montaron las escenas según el punto anterior como si no (¡caso más grave!): para retocar las estrofas y el verso en general nuevamente, hay que hacerlo cuando la acción está muy establecida; de otro modo se desvanece al preocuparse por el verso, y se condena al verso por los pecados de la actuación.,

Y por último, un apoyo a lo anterior que me llega, inesperado, de Dámaso Alonso, en su comentario a Fray Luís de su libro "Ensayo de métodos y límites estilísticos". Habla de los constantes "cambios de dirección en cada estrofa, de los golpes de timón". Exactamente, querido maestro. Muchas gracias.

Comunicado lo anterior a Concha, lo compara ella, tras coincidir, con el cine: la estrofa equivale a la secuencia, secuencia con varios planos, que serían los versos.

Contado y practicado lo anterior, recibimos el beneplácito de un actor experto, Ernesto Arias.

Se hace una pequeña experiencia, simplísima: decir las estrofas cambiando la luz en cada una, en una preescenografía minimal. Funciona.

Seguimos en VERSO EN ACCIÓN, POR FIN-3, y remachamos en Entre Forma y Acción, el Texto.

 


Vuelta al Principio  Última actualización: Thursday, 21 de February de 2013  Visitantes: contador de visitas