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Los inmortales, de Aleixandre  (incluido en el Libro del Habla de la Poesía y del Teatro )

Estos cuatro poemitas han sido importantes para quien escribe. Tienen esa rara cualidad, la marca de los grandes, de cambiar el mundo del que los oye o lee: de cambiar el rumbo de la gente.

Son cuatro, dirigidos a los viejos cuatro elementos, la tierra, el fuego, el agua y el aire, todos en una clave similar de exaltación de la naturaleza, antes impoluta, hasta que aparece el hombre, manchándola. Las circunstancias de la época en que fueron escritos ‒por ciertos, cuando el autor de estas paginas estaba naciendo‒ la postguerra española, con el recuerdo de tantos horrores, y la presencia de otros nuevos, parecen alentar, si no justificar, este punto de vista.

Su construcción es similar o simétrica: o siete endecasílabos u once hepatsílabos. De acuerdo con nuestra clasificación de las estrofas, son cuatro estrofas de largas (88 sílabas con las pausas).

Su estilo es complejo, con hipérbatons, frases cortas con admiraciones e interrogaciones, y frecuentes encabalgamientos. Todo ello refleja la agitación emocional del poeta ante la situación apuntada. aunque loa poemas no cuentan horrores, no es su función, sino que evocan, mediante una forma perfecta, sentimientos afines mediante alta poesía.

He aquí los poemas

            La tierra

           

            La tierra, conmovida,

            exhala vegetal

            su gozo ¡Hela, ha nacido !

            Verde rubor, hoy boga

            por un espacio aún nuevo.

            ¿Qué encierra? Sola, pura

            de sí, nadie la habita.

            Sólo la gracia muda,

            primigenia, del mundo

            va en astros, leve, virgen,

            entre la luz dorada.

 

El fuego

 

Todo el fuego suspende

la pasión. Luz es sola.

¡Mirad cuan puro se alza

hasta lamer los cielos,

mientras las aves todas

por el vuelan ¡no abrasa!

¿Y el hombre?. Nunca, libre

todavía de ti,

humano, está ese fuego.

Luz es, luz inocente.

¡Humano, nunca nazcas!

 

El mar


¡Quién dijo acaso que la mar suspira,
labio de amor hacia las playas, triste?
Dejad que envuelta por la luz campee.
¡Gloria, gloria en la altura, y en la mar, el oro!
¡Ah soberana luz que envuelve, canta
la inmarcesible edad del mar gozante!
Allá, reverberando
sin tiempo, el mar existe,
¡Un corazón de dios sin muerte, late!

 

El aire


Aún mas que el mar, el aire,
más inmenso que el mar, está tranquilo.
Alto velar de lucidez sin nadie.
Acaso la corteza pudo un día,
de la tierra, sentirte, humano. Invicto,
el aire ignora que habitó en tu pecho.
Sin memoria, inmortal, el aire esplende.

 

para hacer recordar el papel mutuo sintáctico y semántico de una respecto de las demás.

 


Vuelta al Principio   Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015    Visitantes: contador de visitas