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Construcción de un personaje: Olivares, el Conde Duque (incluido en Grupo Fundacional de Verso)

Mi intervención en Queveductos, primeramente prevista como Musica en la escena y asesor de texto-verso, se amplió de pronto, por sorpresa, a la actuación teatral, a subirme la escena.

Se me asigna un personaje, el Conde Duque, en una escena en que intenta conseguir la condena de Quevedo, leyéndole un memorial en el cual pone en boca de las mujeres unas reclamaciones graves, del que dicen que alguien se lo puso junto al plato en una comida.

El rey está de caza y Olivares irrumpe en la dehesa e intenta interesar al rey, que está más a la caza que al memorial.

El texto en que  el Conde Duque habla por sí mismo es relativamente sencillo, porque el personaje habla por sí, en un carácter que le atribuimos.

Este carácter es, en resumen: hombre irascible, con afán de mando (que consigue de sobra), listo, enfermo de gota (artrosis por comer mucha carne), bajo y algo gordo, algo cheposo, con bigotazos y barba fina (se ve en los cuadros). Incluso le hemos atribuido una exclamación o tic, dice con cabreo : ¡Me ca...!. Con el rey tiene una relación de valido durante veinte años. En consecuencia: le tiene cariño. Tiene confianza con él. Pero no olvida que es un rey (poderoso y potencialmente 'ingrato'). Le domina pero con cuidado. El rey es débil, buena persona, culto, sensual (sexual)...

Pero la lectura del memorial en escena nos está costando mucho, debido a la superposición de intentos y subtextos que confluyen en esa lectura. Veámoslos:

'Ser' Olivares.

Interesar al Rey distraído.

Transmitir el Memorial - Texto de tipo inflamatorio y crítico.

Indignarse y/o ridiculizar el memorial. Teniendo en cuenta que ya ha de haberlo leído, pues se lo trae al rey.

Plasmar la gravedad del contenido. que pondría paras arriba una sociedad fundada desde antiguo sobre la primacía de los hombres sobre las mujeres.

Hacer que el rey se indigne o desprecie el contenido.

Hacer que el rey comprenda la gravedad de este texto,

Evitar ponerse en la línea de tiro del rey, que mueve el arma cuando oye un ave.

Estas ocho tareas simultáneas sobrecargan la capacidad psíquica y gestual del actor (de este actor). Al realizar la escena hemos comprobado (y han) que el personaje se desvanece y aparece el actor y su persona intentando leer trabajosamente el texto. No funciona.

Para mejorar el resultado intentamos:

1. Aprender de memoria el memorial.

2. Intercalar. 'Ya veis..." o "Fijaos"...o "Escuchadme Majestad"

3. Intercalar "Me ca...".

4. Destacar, con acento crítico, despectivo, indignado, los aspectos más 'graves' de su memorial, que son, creemos, los que pretenden cambiar la ley, al final.

Físicamente imaginamos que Olivares está molesto por tener que ir a buscar al rey por una dehesa de caza. está gotoso, está mayor. pero la importancia del 'negocio' de Quevedo le hace emprender la gestión.

Le dotamos de sombrero de campo con pluma, bigotes y barbas, bastón con travesaño en mano derecha (coherente con posición en los cuadros). Le va buscando y al divisarle dice, jadeando algo. 'Por fin... os encontramos... Majestad'....

Se nos asigna después un movimiento en escena y, cuando habíamos realizado lo anterior con resultado pasable, se me indica que acompañe al rey según va cazando. Se  me descabala el texto y hay que volver a incorporar esos paseos por la escena.

Vamos a elegir un talante intermedio para resolver estas dificultades. el conde-duque según lee, lo hace de nodo que sugiera que le ganan a su pesar las sensatas palabras de Quevedo. Sólo al final, se arranca al hechizo de la 'verdad' y, ayudado por las referencias a las leyes y sus cambios (aquí ya entra en harina Quevedo) , odiando como una serpiente al autor, le condena y se indigna, e intenta al tiempo ((¿no lo veis, majestad? es muy peligroso!)  y le da una rabieta (opcional). el actor puede pues dedicarse a expresar convincentemente las ideas de Quevedo, para quien el publico comprenda el alcance y justicia (mucho antes de su tiempo) de las críticas y propuestas de Q),

Pero estas sutilezas quedan resueltas por la directora como el nudo gordiano, al pasar esa lectura del memorial a otro actor, que lo lee bien, rápido y sin tanta cogitación (o eso nos parece). Y además las dificultades anteriores se resuelven solas: el cortesano lee el memorial como si fuera Quevedo, creyéndoselo. El conde duque, al lado, puede exclamar indignado, mover la cabeza, condenar el escrito, en suma. Muy bien.

La escena de marras es la que sigue (textos de Quevedo dramatizados por Gerardo Campana y Rosario Ruiz Rodgers), aunque se redujo por necesidades de programación: tiempo total de la obrita: unos 20 minutos, que luego se extienden a 33 en escena.

( Entra el Rey. Rumor de una perdiz. El Rey con su mirada busca al ave. Apunta la escopeta cambiando varias veces de dirección. Por los costados de la escena entran Olivares, Jerónimo de Villanueva y          José González, lo más granado de la camarilla de Olivares. Traen un papel en la mano).

Olivares.-               ¡Por fin os encontramos, Majestad!

Felipe IV.-                       ¿Hola? ¡Primo Olivares!

Olivares.-               Tenemos la prueba que nos permite encarcelarle. Ya no hay duda: ¡Es un traidor!

(Durante esta escena, el Rey no abre la boca, responde a los sonidos de la perdiz con movimientos bruscos como los que hizo al principio de la escena, para temor de sus ministros)

José González.-  Esta prueba, majestad, hace de él oprobio para la

‒‒

Jerónimo de Villanueva.- ¡Y su sátira contra los fundamentos de nuestra                                              religión sagrada y contra la Monarquía!

Olivares.-               ¡Traed ese papel! Majestad, escuchad este memorial:

                                Tiranos, ¿por cuál razón, siendo las mujeres, de las dos     partes del género humano, la una que constituye mitad,                                  habéis hecho vosotros solos las leyes contra ellas, sin su                                  consentimiento y a vuestro albedrío? Vosotros las                                           priváis de los estudios, por envidia de que os                                             excedan; de las armas por temor de que seréis                                                      vencimiento de su enojo como lo sois de su                                                     risa. El adulterio en ellas es delito de muerte, y en                                           vosotros entretenimiento en vida. Queréislas  buenas                                      para ser malos, honestas para ser distraídos. Si miran,                                     decís que son desenvueltas; si son miradas,                                                             peligrosas. Más son las que hacéis malas que las que lo                                         son. Menguados, si todos sois contra ellas                                                          privaciones, fuerza es que las hagáis todas apetitos                                        contra vosotros. Infinitas entran en vuestro poder buenas                               a quien forzáis a ser malas, y ninguna entra tan mala a                                     quien los más de vosotros no hagan peor. Hoy es día en                                  que se les ha de enmendar esto, o con darles parte en                                       los estudios y puestos de gobierno, o con oírlas y                                                  desagraviarlas de las leyes establecidas, instruyendo                                        algunas en su favor y derogando otras que les son                                                      perjudiciales…

¡Ya veis, se ha vuelto un iluminado peligroso!

 ¡Es una desvergüenza, digna de un sodomita! 

Jerónimo de Villanueva.- Un hombre que hace dos días, como aquél que

dice, andaba escribiendo: El dinero es como las mujeres, amigo de andar y que le manoseen y le

‒‒

Jerónimo de Villanueva.- ¡Además!...¿Y su sátira contra los fundamentos de nuestra religión sagrada y                                                    contra la monarquía?...Es…¡Irreligioso!, y de mal ejemplo y dotrina y…

Olivares.-               (Interrumpe la verborrea de los otros con autoridad)

¡Majestad!

(Se dirige al Rey en tono reservado)

En lo tocante a este negocio de la prisión de Quevedo…

al ser él Caballero de la Orden de Santiago, es menester que Vuestra Majestad ordene redactar una cédula de  consentimiento al Presidente del Consejo de Órdenes.

Y con las instrucciones precisas, firmadas de mi nombre, para que el prior de San Marcos de León le reciba en prisión sin oponer dificultades, al ser el convento… (Interrumpido por el Rey)

perteneciente a al Orden de Santiago y por ello…

Felipe IV.-                       ¡Así lo he mandado!...y sin decirle el nombre del preso por ahora. (Dispara)¡Esa va dada! ¡Esa va dada!

(Sale y todos tras él)

José González.-  (Al de Olivares) Y que hagan requisa de todos sus                                                      Libros y escritos…

Jerónimo de Villanueva.- (Lo mismo) ¡Y que la Santa Inquisición los     mande quemar...

Olivares.-               ¡Que sí! ¡Que sí! ¡Que sí! ¡Que sí!...

 


Vuelta al Principio   Última actualización:  viernes, 18 de septiembre de 2015  Visitantes: contador de visitas