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Por qué emociona la Música  (incluido en Conversaciones con Félix Sierra)

Pregunta desorbitada, muy a tono con el talante de estas páginas.

Emocionar viene de mover, ponernos en moción; se mueve algo dentro de nosotros, sangre y otros líquidos, desde luego, pero también piel, miembros, ojos; por otra parte, la música, producto de sonidos sometidos a norma, es decir, a número y estructura, todo ello desarrollado en el tiempo, nos e-mociona.

Siendo vagamente griegos expresaremos esto diciendo que resonamos con la música al modo de una cuerda afinada, ella o sus harmónicos, con la que suena.

Aquí subyace la noción de que hay algo común en nosotros, en nuestra alma y cuerpo, común a esa secuencia sonora estructurada y harmónica.

Nada hay de extraño en pensar que un ser humano edifica una estructura en su interior (alma, cuerpo, sentidos), lo deposita en un soporte, sonoro, en este caso, y lo echa a nadar hasta que otro humano recoge el barquito, recupera la forma implícita en él y, al incorporarla, resuena con él, la reconoce, se emociona.

hasta ahora hemos afirmado que se transmite una forma de un individuo a otro y la noción de forma o estructura es esencial porque ningún sonido aislado, por agradable o bello que sea, nos proporciona una emoción similar a la de la música. No, tiene que estar estructurado, como el canto de un pájaro. Los truenos, por impresionantes que sean, no nos producen una emoción del tipo de la de la música, de la del arte.

Pero hay otra noción de movimiento que nos interesa aquí, es la implicación del oyente en lo que está pasando. Sin esa implicación no hay música. No, el oyente tiene que incorporar una disonancia, por ejemplo, para que la consonancia consecutiva le produzca un efecto de relajación..

Contamos por el momento con una forma transmitida gracias a la participación activa del receptor, conseguida haciéndole incorporarse al sujeto, hacerse uno con él, moverse con él. Otra de las razones por la que el oyente se involucra reside en la ambigüedad del mensaje, que le pone en la tesitura de resolver lo que se le plantea sonoramente.

Entonces podemos considerar, hasta ahora, que mediante un sabio vaivén anímico, conseguido, en este caso, mediante estímulos sonoros (típicamente disonancia-consonancia, tomadas en sentido muy amplio, incluso rítmico) el oyente va a seguir el desarrollo de una obra, la va a incorporar poco a poco, la va a integrar al final y recibe, con ello, un placer, una emoción que tiene una parte de intelección o absorción de un concepto.

Según esto, el oyente va resonando con todo lo que está ocurriendo en la obra, hasta que se completa en su interior, le produce una satisfacción que es la etapa final del vaivén anímico citado.

Desde luego, hay una resonancia obvia física que es la que se produce entre el tímpano del oyente y la cuerda o tubo que suenan, ya que ese órgano vibra con aquellas frecuencias y transmite su código a algo que está dentro de nosotros:  cerebro, alma, etc. Es decir, que la resonancia física es obvia. Así se nos dice que no hemos respondido a la pregunta por qué,... vaya el lector a 4. Semantica y sintaxis y lea sobre las preguntas y sus implicaciones.

Si, en efecto, viajó al vínculo sugerido comprenderá que eso de por qué es muy vago, todo lo más podemos aspirar a describir vagamente cómo ... y esto es lo que estamos haciendo.

En la implicación del oyente con lo que está sonando es un elemento esencial el ritmo: el ritmo que es prelingüistico, que es animal e instintivo, que nos gana y engancha, de modo que nos movemos físicamente con él, vibramos con él, a su frecuencia (tempo) resonamos con él.

Así que la música es como una montaña rusa en la que nos montamos, en la que somos sometidos a terrores y alivios alternantes gracias a nuestros sentidos que nos implican inevitablemente en ellos y que nos produce al final una sensación de acabamiento y cerramiento de la experiencia que tiene una estructura que queda como adquisición. Una montaña rusa, claro, dotada de harmonía, es decir, números concordes como decía Salinas, y cuya concordancia produce en nuestros sentidos agudas percepciones de agrado y desagrado en vaivén psicológico concorde también con nuestra manera de vivir. Somos, pues, parecidos a lo que ocurre en la música o, al tiempo, la música es parecida a nosotros.

Por otra parte, deberíamos precisar un poco de qué tipo de emoción estamos hablando para que inquiramos la similitud de los aspectos de la música con los aspectos de la emoción producida. Por ejemplo, tempos pausados (por ejemplo, andante-moderato (unos 80 por minuto) proporciona una sensación-emoción de tranquilidad en el movimiento; viajando hacia los tempi rápidos encontramos invitaciones a la animación  la alegría, el caos; viajando hacia los lentos, la calma, la majestad, el desmayo.

Si consideramos el compás, números simples generan comprensión inmediata y orden, por lo tanto, números extraños (como los primos) proporcionan dificultad y extrañeza.

En cuanto al tono, los agudos son excitantes, ying y los graves tranquilizantes, yang,. siempre sin llegar a los extremos. Las concordancias y discordancias producen los efectos sabidos, y su alternancia el vaivén deseable descrito.

Estos últimos puntos nos conducen a su aplicación consciente en la Musicoterapia

 


Vuelta al Principio Última actualización:  Tuesday, 09 de July de 2013 Visitantes: contador de visitas