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Resonancia (en cuerdas)

Todo harmónico de una cuerda excitará  los harmónicos de ese harmónico en otras cuerdas:

Por ejemplo, Si tengo una cuerda afinada a 100 hz, sus harmónicos, 100, 200, 300, 400, etc., excitarán todo harmónico de ellos en otras cuerdas. Por ejemplo, una cuerda afinada a 500 hz, será excitada, en todos sus harmónicos (1000, 1500,...) ya que son también harmónicos de la primera; asimismo una afinada en 33.3 hz, verá excitados sus harmónicos 3, 6, 9, etc.

O sea, tanto cuerdas más agudas como más más graves, en proporción sencilla serán excitadas por ella.

Ejemplo: la guitarra.

Sí que si ambas cuerdas no son exactamente coharmónicas (comparten harmónicos), pero difieren poco, aún así, resonará, aunque produciendo pulsaciones.

Si empujamos periódicamente el columpio con una frecuencia algo diferente de la suya propia, durante un rato estaremos empujando al columpio en el sentido de su movimiento, sólo que en un lugar diferente cada vez, hasta que empezamos a hacerlo en sentido contrario a su movimiento durante otro rato, y así sucesivamente. Es decir, el movimiento aumenta en un rato, y disminuye en otro. Esto son las llamadas pulsaciones, percibidas como variaciones periódicas de la energía o fuerza del movimiento vibratorio.

Por eso, en la guitarra, la cuerda aguda Mi vibrará cuando se toque un Do, aunque la tercera mayor natural de Do difiere en una coma del Mi temperado. Efectuado el experimento se comprueba al oído que vibra. Ahora bien, ¿qué vibra? vibra todo harmónico vecino a los harmónicos del do en quinta cuerda, y el primer caso es el quinto harmónico de ese Do que casi coincide con el segundo harmónico del Mi, en el traste 12 de la primera cuerda. Un caso más favorable es, naturalmente, la tercera cuerda, afinada en Sol, cuyo segundo harmónico es excitado por el tercer harmónico de do, y esto, con mucha más decisión que el caso anterior.

De modo que las cuerdas graves, paradójicamente son más resonadoras porque sus harmónicos están muy juntos, y siempre hay alguno cercano a algún harmónico de las cuerdas agudas, es decir, que las cuerdas graves resuenan con casi todo. Por eso se dice que Narciso Yepes, con su guitarra de doce cuerdas, estaba siempre apagando sus harmónicos, y por eso en el tanbur turco hay una gran resonancia producida por las cuerdas graves, en particular la más grave.

Pero veamos más en detalle qué ocurre cuando esos harmónicos, excitador y resonante, no tienen exactamente la misma frecuencia, el caso más común. Nos preguntamos ¿vibrará la resonante con la frecuencia de la excitación o con la suya propia?. La respuesta correcta es la segunda, una cuerda sólo vibra con sus modos propios. Tenemos entonces dos casos, según la excitación continúe o cese.

En el primer caso, ambas frecuencias vecinas coexisten, dando lugar a las pulsaciones, variaciones lentas de intensidad, pulsantes. En el segundo caso, sólo la nueva frecuencia, la resonante persiste, modificando eventualmente la afinación excitadora, haciéndola marchar desde una al otra. La afinación se reajusta al nuevo harmónico resonante. ya se comprende que esta última situación es indeseable, porque los harmónicos resonantes van a persistir en su afinación algo desviada una vez que de la nota pulsada deje de obligarles, por ejemplo, al pulsar otra nota en esa cuerda. En todo caso será el oído, pero un oído muy fino, el que dictamine el resultado. Se intenta una descripción más bajo.

Así que en los instrumentos con varias cuerdas, todas ellas cooperan entre sí, o sonando, o resonando con la(s) que suena(n), reforzándose mutuamente. Cuando son muchas cuerdas la vibración puede llegar a ser excesiva.

Así vemos que la resonancia es una arma de doble filo: potencia las notas y las hace durar, pero también puede desvirtuar  ligeramente los tonos, si las cuerdas resonadoras no están especialmente afinadas para resonar adecuadamente.

Un compromiso se ha de buscar, y quizá los instrumentos existentes, como la guitarra, sean un ejemplo vivo de esos compromisos bien balanceados. 

Hay otros instrumentos, orientales, y especialmente los indios, que se aseguran la resonancia individual de cada nota colocando simplemente una cuerda afinada con ella. Estas cuerdas resonantes pueden ser muy numerosas: lo son ya si se ajustan cada vez ‒cada raga o escala‒ para una escala de seis a ocho notas por octava, como en el Sarod, Sitar o Vina. Pero más aún si se colocan para toda la escala cromática, como en el Sarangi, totalmente erizado de clavijas para afinar las 38 cuerdas que tiene (pueden llegar a más de 50) , de las que sólo 3 o 4 se tocan, con arco. Esa técnica también puede encontrarse en instrumentos occidentales de inspiración turca, como la Gadulka búlgara. Y, naturalmente, en instrumentos plenamente occidentales antiguos como Tiorbas y similares.
 
Como estas cuerdas no se pulsan, salvo como efecto ambiental ocasional, se colocan debajo de las que sí se pulsan ‒plectro o arco‒ de modo que no impidan el juego normal.
 

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Podemos imaginar lo que ocurre en detalle acudiendo a la noción clarificadora DE VIBRACIÓN como tren de impulsos aplicados a la cuerda a velocidad o ritmo compatible )igual o múltiplo o submúltiplo) que la duración de ida y vuelta de esos impulsos a lo largo de la cuerda, reflejándose 8con posible cambios de fase) en los extremos (puentes). Si ese ritmo es ligeramente diferente, todavía es reforzado por el impulso viajero, aunque no tanto, y se produce la vibración mantenida POR LA Excitación. Cuando cesa  esa excitación, sólo las frecuencias con que pulsa la tabl de resonancia hacen el papel de excitación

 

 

Vuelta al Principio    Última actualización: viernes, 18 de septiembre de 2015    Visitantes: contador de visitas